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Cine qua non

Freud instauró un espacio de interlocución con el arte que no carece de dificultades y marañas. Si bien es cierto que esta relación puede ser considerada –ahora– como tradicional, representa además un campo inagotable que, conforme continúa y se renueva el quehacer artístico, también puede considerarse vigente y actual. No obstante, en cuanto al cine, existen algunas particularidades destacables.

Algo de historia: año 1895.

– 22 de marzo: Los hermanos Lumière proyectan la primer película: La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir (Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir.)

– A mitad de mayo: Sigmund Freud y Joseph Breuer publican el texto inaugural del psicoanálisis: Studien über Hysterie, (Estudios sobre la histeria).

Curiosamente, tanto los trabajos de los hermanos Lumière para fotografiar imágenes en movimiento como el tratamiento de Anna O. efectuado por Joseph Breuer inician en 1982.

Pese al buen augurio que podría representar estas coincidencias, la relación de Freud con lo cinematográfico fue más bien apática. En su visita a los Estados Unidos en septiembre de 1909, Freud –junto a Jung, Ferenczi y Jones– fue invitado por Abraham Brill (primer psicoanalista estadounidense) a una sala de cine en la Tercera Avenida de Manhattan para ver la primer película de sus vidas. Era un western. Para Freud no fue la gran cosa, “hay que decir que Sigmund no era un esteta de vanguardia” (Badou, 1977, p. 179). Precisamente le interesaba más el arte antiguo o clásico, antes que la efervescencia de movimientos artísticos de su medio, aun ocurriendo en la misma Viena, nombres como Klimt y Kokoschka le eran desconocidos (Badou, 1997), o incluso siendo considerado como el «santo patrón» por los fundadores del Surrealismo, Freud más bien se mostró reticente a estos acercamientos… el cine no fue la excepción.

Después del western visto en New York, “nunca más volvería a una sala de cine, pero sería el cine el que volvería a él. Con bombos y platillos” (Badou, 1997, p. 180). Se trata de otro desencuentro entre Freud y el cine, en esta ocasión con Hollywood: el reconocido productor de cine Samuel Goldwyn ofreció en 1924 a Freud la suma de $100 000 para que colaborara en la realización de una película; Freud se negó incluso a reunirse con Goldwyn. Sus razones iban desde el desagrado por Estados Unidos y sus valores (entre ellos su comportamentalismo, materialismo y consumismo especialmente), así la reputación del mismo Goldwyn, hasta cierto escepticismo de que las ideas psicoanalíticas pudieran ser plasmadas en la gran pantalla. (Shortland, 1987)

De cualquier forma, el cine no ha dejado de experimentar y representar temas que competen al psicoanálisis, incluso desde los primeros días del cine ya las figuras del lunático, el consultorio y el asilo fascinaban a productores y audiencia. Sin embargo, no todo interés del cine para el psicoanálisis pasa «entre locuras y divanes», sino que existen numerosos tópicos y ámbitos que, ante el actual auge de lo audiovisual, multiplican las posibilidades de interlocución y resellan la pertinencia de seguir discutiendo con el cine.

Es por ello que en e-dicciones Justine proponemos Cine qua non para abrir y explorar diálogos que partan de lo cinematográfico y nos interroguen sobre la práctica psicoanalítica, con lo cual también marcamos un distanciamiento de un psicoanálisis aplicado para supuestamente explicar o descifrar películas, personajes o incluso la dirección fílmica.

 

Referencias

Badou, Gérard. (1997). Ciné-psy: les coulisses de l’écran. En Histoires secrètes de la psychanalyse. Paris: Éditions Albin Michel.

Shortland, Michael. (1987). Screen Memories: Towards a History of Psychiatry and Psychoanalysis in the Movie. The British Journal for the History of Science, 20(4), 421-452