«Desde sus comienzos freudianos y hasta nuestros días, el psicoanálisis, en sus múltiples variantes, ha sostenido una relación diversa con la heteronormatividad imperante, productora de subjetividades normalizadas, fundamento de la discriminación y de la violencia contra las diversidades eróticas y las disidencias de género.
La heteronormatividad no ha sido ajena al campo freudiano. La historia del psicoanálisis muestra fuertes puntos de sintonía en los que éste y la heteronormatividad se han potenciado recíprocamente. Pero también han existido y existen puntos de diferencia y tensión.
El espectro del campo freudiano es tan amplio que algunos escritos de psicoanálisis y testimonios de analizantes varían desde una adecuación a esa norma reinante hasta otros que acogen los cuestionamientos del campo queer y denuncian los efectos de la heteronormatividad.
Desde el feminismo de los 70, los movimientos de liberación homosexual, el movimiento LGBTQI y la teoría queer se ha hecho visible el alcance de esa normatividad. David Halperin, en su último libro, ¿Cómo ser gay?,[1] pone en evidencia el papel de las prácticas culturales en la producción de la subjetividad gay mediante la apropiación y resignificación de los productos de la cultura heterosexual.
La école lacanienne de psychanalyse, en su gesto de acoger los estudios gays & lesbian franqueó un umbral hacia otro escenario que aquel de la heteronormatividad, asintiendo a su visibilización y crítica poniendo definitivamente en cuestión la categoría de perversión.
Esto no hubiese sido posible sin la propuesta de Jacques Lacan de la inexistencia de la relación sexual en la experiencia del análisis.
De lo anterior se desprende la pregunta ¿cómo ha funcionado la heteronormatividad en el campo freudiano? ¿Qué efectos ha producido en el psicoanálisis haber dado entrada a otros campos y prácticas críticas de la heteronormatividad?”